Hemos continuado con los Juegos Populares que iniciamos el mes pasado. Hemos aprendido LA TARARA, la versión de Federico García Lorca, basada en el juego de corro que practicaban nuestras madres y abuelas, pero además, hemos hecho un recopilatorio de estrofas cantadas en los juegos de antaño.
El juego ejerce una función de adaptación al grupo, de captación a las condiciones sociales más accesibles y de participación en la vida colectiva. Esto se aplica a la canción infantil y, por eso, la inmensa mayoría de ellas se cantan en grupo.
En este período de los primeros aprendizajes predomina la afectividad y la actividad, y pocas actividades están tan cargadas de afectividad como el canto-juego. Es por ello por lo que estas canciones no se olvidan; el adulto –que antes fue niño– recuerda aquellas canciones de su parte más lúdica. No podemos soslayar, además, que –en muchas ocasiones– este aprendizaje se realiza en un entorno cercano al niño: la familia y la escuela, que son los dos ejes de la transmisión de la cultura. (1)
Téngase en cuenta, además, que la versión de Antonio Vega ha quedado fijada para siempre, inmutable, pétrea, en su registro del tema. Y que las Tararas de la gente, del pueblo, están siempre cambiando: de tono, de matiz, hasta, a veces, de letra, como siempre sucede con la literatura de transmisión oral, que jamás se atiene a un texto fijo y que está siempre inmersa en un sutil pero imparable proceso de evolución. Como literatura tradicional que es, y que se atiene a la célebre definición de Menéndez Pidal que dice: “la literatura tradicional vive en variantes”. La poética y la estética de La Tarara de Antonio Vega y de La Tarara de las abuelas, de las madres y de los niños anónimos difieren, sin duda, en puntos muy esenciales", si acaso sólo el estribillo mantiene cierto parecido en todas las versiones. De ahí la riqueza cultural de la variedad y lo diferente.
Por ello, en clase hemos conocido las versiones de esos autores y las que han aportado del floklore infantil y hemos hecho una sumatoria de estrofas diferentes recopiladas de la tradición oral.
El grupo de niños y niñas, a su manera, ha interpretado al personaje del popular JUEGO, y ha hecho sus dibujos y ha escrito lo que le ha llamado la atención de la canción. Recordad que tienen tres años.
Hubo discusiones sobre el estribillo (LA TARARA SÍ, LA TARARA NO, LA TARARA NIÑA QUE LA LA HE VISTO YO O MADRE QUE LA BAILO YO, O NIÑA QUE LA BAILO YO) porque varía mucho de una versión a otra y es curioso, como antes de empezar a jugar se preguntan ¿qué vamos a decir?
Tienen claro que si recitamos-cantamos la de Federico García Lorca, no hay duda en el estribillo.
Cuando estamos haciendo el corro para comenzar el juego, siempre alguien dice: -Pero ¿qué vamos a decir? ... Niña que la he visto yo, ...Madre que la bailo yo, ... o Niña que la bailo yo. Cuando no hay acuerdo, se hace una votación a mano alzada para elegir el estribillo que se cantará.
Para que el juego sea más divertido hemos introducido una variación que les gusta mucho. Cuando nos movemos en corro cantando la canción y llegamos al estribillo, lo cantamos moviéndonos hacia la izquierda, en uno, y a la derecha en el siguiente. Así hasta que termina.
Les divierte mucho el cambio de sentido porque rompe la monotonía. Y se ríen mucho. Bueno, nos reímos mucho porque, yo también juego con ellas y ellos. Con estos cantos-juegos la afectividad, las emociones, las miradas llenas de chispitas invaden la clase. NOS GUSTA JUGAR PORQUE NOS ACERCA UN POCO MÁS HACIA EL TERRENO DE LOS AFECTOS Y LAS EMOCIONES.
Un día llevé a clase un traje de lunares para los disfraces al que pusieron el nombre del traje de la Tarara. Quién quiso ponérselo y darle aire a los volantes lo hizo. Y surgió un dilema porque algunos niños, dijeron que ellos no, que solo las niñas. Y otro grupo de niños dijo que si se lo querían poner y, concretamente Diego, dijo que quería disfrazarse y lo hizo con toda naturalidad y todo el grupo lo asumió de la misma manera. Fue muy interesante el debate sobre quién se disfrazaba de Tarara y quién no. Al final se llegó a la conclusión de que un personaje, un papel, un disfraz puede asumirlo voluntariamente, quien quiera, ya sea niño o niña. Porque lo divertido es jugar, compartir y experimentar. En resumen, aprender pasándoselo bien.
(1)DÍAZ G. VIANA, Luis (coord), Juego de niños. Canto e imágenes en los procesos de aprendizaje cultural, Vol. I (Madrid: Colección de Antropología y Literatura, Sendoa, 1997), p. 61.
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